MESIANISMO: A LA ESPERA DE UN NUEVO ORDEN





Mesías, Mahdi, Avatar... todos anuncian el advenimiento de un mundo más justo y feliz. Pueden ser poderosos motores de transformación social.



En el sentido original el Mesías es, en la religión judía, el que ha recibido de Dios una unción especial que lo consagra para una tarea particular. A menudo se refiere a personajes destinados a gobernar: un rey por venir, esperado o anunciado. Por extensión, el término "mesianismo" se utiliza en las ciencias sociales para referirse a una amplia variedad de fenómenos sociales, a menudo religiosos, a veces seculares, que comparten la creencia "en la venida de un redentor que pondrá fin al actual orden de las cosas, ya sea universalmente o para un grupo aislado y que establecerá un nuevo orden formado por la justicia y la felicidad" (Henri Desroche, 1969). La llegada del mesías asociado con la llegada de un nuevo mundo, cualquier movimiento mesiánico es portador de una utopía, ya sea que esta utopía esté explícitamente expuesta o pueda ser detectada por su oposición a la descripción del mundo real. Desde el trabajo del sociólogo alemán Karl Mannheim (Ideología y utopía, 1929), el término utopía ha sido utilizado por las ciencias sociales para describir representaciones (escritas o declaradas) o prácticas que rompen con el orden establecido y ejercen una función subversiva. El mesianismo, sin embargo, no agota el campo de la utopía: muchas utopías carecen de mesías. Sin embargo, comparte con la utopía una insatisfacción de sus seguidores con sus condiciones actuales de existencia social y se construye en un movimiento de ruptura con el mundo que expresa el establishment.
una frontera entre "nosotros" y "otros","aquí" y "allá","presente" y "todavía no". Esto explica en parte por qué este tipo de aspiración se desarrolla a menudo en un contexto social de relativa frustración, es decir, en entornos sociales que han sido desposeídos económica, cultural o políticamente.
Más allá de esta función de protesta, el mesianismo comparte con la utopía la idea de una sociedad perfecta, opuesta al presente, y cuyo advenimiento se producirá por algún acontecimiento milagroso. Es esta función de anticipación la que hace de las utopías como los mesianismos poderosos motores de movilización social, potenciales vectores de emancipación socio-política.
La posibilidad de cambiar de destino
Ya sea para cambiar el mundo desde dentro por medio del activismo (proselitismo misionero, terrorismo político) o para lograr un orden social en línea con el ideal ético a través de la ejemplaridad (presentación a una disciplina externa, búsqueda de la perfección), la utopía y el mesianismo, el objetivo es establecer un orden social diferente, juzgado más justo. Ambos se basan en la idea de que el hombre puede cambiar su destino. Esta aspiración a una sociedad diferente puede apelar a un pasado glorioso -el mito de la edad de oro-, o por el contrario construirse en un nuevo proyecto; sin embargo, en todo caso, saca sus recursos simbólicos de la esperanza.
La utopía y el mesianismo son parte de un tiempo particular en el que el plazo para su cumplimiento siempre se da a un futuro cercano o lejano. Es en este sentido que los actores que los movilizan han sido llamados "hombres de espera".

Un fenómeno generalizado


Aunque comparten una afinidad electiva con los ambientes judío-cristianos en los que nacieron, las utopías y los mesianismos pueden calificar realidades observables en diversos tiempos y ambientes socio-religiosos. Así pues, los mesianismos precristianos son numerosos y es probable que haya varios mesías en el tiempo de Cristo. El Islam también tiene una importante vena mesiánica, que se ha desarrollado particularmente en el chiísmo, donde para los duodecimains, el retorno del imán oculto puede intervenir en cualquier momento. Con su creencia en la venida de un Mahdi, un mensajero bien guiado para restablecer temporalmente el orden divino en este mundo, el sunnismo tampoco escapa a esta tendencia.
En la India hindú, la doctrina de la "descendencia divina" (Bhagavad-Gita, V, 5-8), según la cual avatâra se manifiesta para restaurar el orden cósmico social (dharma) tan pronto como éste vacila, proporciona la base teológica para una serie de movimientos de protesta socio-religiosos, aunque en muchos casos estas formas de mesianismo se reintegraron al hinduismo. También hay importantes centros mesiánicos en la zona oceánica (el carguero melanesio o cultos de aviones milagrosos, el movimiento Hau-Hau en Nueva Zelanda, etc.).), así como en las zonas del África Subsahariana (Kimbanguismo Congoleño, etc.) o en las zonas de América del Sur y del Norte (la danza fantasma de los indios norteamericanos, los tupí-guaraníes y su "tierra sin daño", etc.).

El espejo de los valores de la sociedad


Aunque a menudo están socialmente marginados, los movimientos mesiánicos son instrumentos de crítica social y motores extremadamente fértiles de transformación social.
Espejo de los valores y principios de la sociedad circundante contra los que se inscriben, son (más allá del proyecto que llevan) la expresión de un cierto presente cuyos modos de pensamiento, creencia e imaginación encarnan tanto como desilusiones, esperanzas, obsesiones y sueños. En este sentido, que se estudian cuidadosamente en las ciencias sociales, que tratan de analizar el contexto y la cultura que las conforman.


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